POESÍA
Escribir de puntillas
para no despertar al centinela,
calibrar el espacio que
va del infinito a este
horizonte preciso
que me filtra las sílabas,
buscar en mis manos ríos
que dictan horas.
Recorrer esta noche
tras el dios de la palabra,
tras la fuente que sacie a
la mantis, hiena en mis soles.
Fijar alas al reloj,
sufrir la levedad del soplo en la escarcha,
la fugacidad en nuestra arena.
Resistir la luz,
ese brillo siempre al borde de la dermis.
Y el anhelo
de vestirme criatura,
anhelo de sombras,
de oscuridad,
de común oscuridad.
Milagros López
Me pide Amelia Díaz Benlliure de Ediciones Unaria colaboración para la Revista Unaria. ¿Qué es para ti Poesía? Esta es mi contribución.
(Véase en comentarios el estudio crítico del doctor, profesor y poeta Ahmed Oubali).
Me encantó….. Así de sencillo.
Un beso y enhorabuena Milagros.
Tu breve preludio (ver FaceBook) coincide afinadamente con la lectura que hice del poema. En él encontramos en efecto esa eterna lucha del hombre que consiste en querer superar su condición de ángel degradado, protervo e infame, elevándose sobre la mediocridad, el vicio y el aburrimiento cotidianos, dualidad ésta (ya que hablas de un referente fácil de constatar) que plasman también en sus obras otros grandes autores como Nietzsche (Más allá del Bien y del Mal), Baudelaire (El albatros), Barthes (El placer del texto) y Kundera (La insoportable levedad del ser). Lucha que, por desgracia, termina siempre con la victoria de Tánatos. Y afortunadamente para la poesía, ya que en ello radica su grandeza e impacto.
Ahora bien, creo que tu originalidad en este poema se destaca y sobresale precisamente gracias a tu “ejercicio de estilo” que, por modestia, quieres desatender. Por razones de espacio solo expondré algunas pruebas.
Una primera lectura denota que tu poema proviene de una reflexión rigurosa y metódica que se propone calcular todos los efectos que quieres provocar en el lector. Para ello utilizas el verbo en su forma no personal, el infinitivo. Esta elección no está hecha al azar.
La característica del infinitivo, como sabemos, es que varía de forma diferente al verbo conjugado ya que no está definida ni por el tiempo, ni por el número, ni por el modo, ni por la persona. El infinitivo no especifica las circunstancias particulares de la acción. Tiene un carácter abstracto y un aspecto temporal progresivo de la acción hacia el futuro. El resultado de este uso peculiar y premeditado es que todas las narraciones del poema, contrariamente a lo que sucede en otras poesías, se mutan en símbolos, en maneras de ser y hasta los hechos más ordinarios se semiotizan y metaforizan. Solo la presencia de los deícticos (pronombres y demostrativos) mantienen la correferencia semántica y evitan una abstracción global del poema.
Hay siete infinitivos (ver el simbolismo de este número en Pitágoras) que encabezan los versos del poema. Cada uno abre una puerta sobre el sentido de la vida; expone una visión sobre la belleza efímera, la prescripción de las cosas; interpreta los avatares del amor y de la muerte.
Escribir …para no despertar al centinela,
Calibrar el espacio que va del infinito a este horizonte preciso que me filtra las sílabas,
Buscar en mis manos ríos que dictan horas.
Recorrer esta noche tras el dios de la palabra, tras la fuente que sacie a la mantis, hiena en mis soles.
Fijar alas al reloj,
Sufrir la levedad del soplo en la escarcha, la fugacidad en nuestra arena.
Resistir la luz, ese brillo siempre al borde de la dermis.
Y el anhelo de vestirme criatura, anhelo de sombras, de oscuridad, de común oscuridad.
Tu estilo es un logro. Y este logro se constata no solo en las palabras, sino también en la expresión y la musicalidad del conjunto.
El infinitivo es infinito en su extensión. Gracias a él la poesía logra hacer milagros.
Pero Milagros también logra hacer poesía. Son milagros de Milagros.